La revolución industrial. Desde Gran Bretaña al resto de Europa.
La discusión en torno a las características de la industrialización en España: ¿éxito o fracaso?.
El rol de Andalucía en el modelo industrializador español.
Criterios de evaluación
1. Describir los hechos relevantes de la revolución industrial y su encadenamiento causal. CSC, CCL, CAA.
2. Entender el concepto de «progreso» y los sacrificios y avances que conlleva. CSC, CCL, SIEP.
3. Analizar las ventajas e inconvenientes de ser un país pionero en los cambios. CSC, CCL, SIEP.
4. Analizar la evolución de los cambios económicos en España, a raíz de la industrialización parcial del país, valorando el papel de Andalucía en las primeras fases de la industrialización española e identificando los orígenes del atraso económico y de las principales manifestaciones de desigualdad social. CSC, CCL, SIEP, CAA.
Estándares de aprendizaje evaluables
1.1. Analiza y compara la industrialización de diferentes países de Europa, América y Asia, en sus distintas escalas temporales y geográficas.
2.1. Analiza los pros y los contras de la primera revolución industrial en Inglaterra.
2.2. Explica la situación laboral femenina e infantil en las ciudades industriales.
3.1. Compara el proceso de industrialización en Inglaterra y en los países nórdicos.
4.1. Especifica algunas repercusiones políticas como consecuencia de los cambios económicos en España.
0. INTRODUCCIÓN
La Revolución Industrial fue el resultado de un conjunto de cambios económicos y técnicos que tuvieron lugar en Gran Bretaña a mediados del siglo XVIII. Hacia 1850, la Revolución Industrial se había extendido por una parte de Europa y por Estados Unidos.
Las máquinas sustituyeron al trabajo manual en muchos lugares. Para hacer funcionar a las máquinas y a los ferrocarriles se utilizó una nueva fuente de energía: el vapor.
La Revolución Industrial dio lugar a un nuevo sistema económico, el capitalismo, basado en la propiedad privada y la libre iniciativa. También cambió la estructura de la sociedad, que pasó del sistema estamental basado en el nacimiento al sistema de clases basado en la riqueza. Dentro de la sociedad capitalista o sociedad de clases del siglo XIX, todavía formada en su mayoría por campesinos, destacaran dos grupos: la burguesía urbana y el proletariado (los obreros industriales).
La Revolución Industrial fue el complemento de la Revolución Francesa en el paso del Antiguo Régimen al sistema liberal. Si la primera provocó un cambio en el modelo político, la segunda transformó la economía.
1. LAS CAUSAS DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
La Revolución Industrial comenzó en Gran Bretaña a mediados del siglo XVIII, y el proceso industrializador continuó durante el siglo XIX. En esta etapa, los avances técnicos transformaron la economía, mientras la industria fabril se expandía y la agricultura tradicional pasaba a ser menos importante que la industria como fuente de riqueza.
La Revolución Industrial surgió en Gran Bretaña por una combinación de factores: la revolución agrícola, la revolución demográfica, el crecimiento del comercio, el avance técnico, la mentalidad capitalista, y el parlamentarismo.
1.1. La revolución agrícola
Durante el siglo XVIII el Parlamento británico aprobó varias leyes que permitían el cercamiento de las antiguas tierras comunales de los campesinos.
En el Antiguo Régimen la mayor parte de las tierras de cultivo en Europa carecían de un único dueño. Aunque los señores feudales administraban la mayor parte de las tierras no podían hacer con ellas lo que quisieran, porque los campesinos que las cultivaban también tenían derechos sobre ellas. Una parte importante de los campos de cultivo eran tierras comunales (openfields) que tenían diversos usos:
Podían ser trabajadas por todos los campesinos de una aldea y repartir entre todos la cosecha.
Podían ser repartidas por sorteo cada año o par de años para que cada agricultor las usará como le conviniese.
Podían dejarse en barbecho y todos los labriegos de la aldea podían llevar a sus animales de granja a pastar allí, así como tomar toda la madera que necesitasen como combustible o materia prima.
La desventaja de este sistema es que, como nadie tenía la plena propiedad de esas tierras, nadie invertía para mejorar la productividad (con abonos, mejores semillas o maquinaria moderna) y por eso los rendimientos de las cosechas eran siempre bajos.
Las leyes de cercamiento aprobadas por el Parlamento británico en el siglo XVIII permitieron dividir las extensas tierras comunales (openfields) en fincas que fueron vendidas a propietarios individuales que se apresuraron a cercarlas con vallas (enclosures).
Los propietarios de las enclosures eran ahora dueños de granjas más grandes e intentaron aumentar la producción agrícola realizando importantes mejoras:
Se introdujeron las máquinas agrícolas: segadoras, sembradoras y trilladoras (máquinas que separaban el grano de la paja).
Aumentaron la rotación de cultivos. Se sustituyó el año de barbecho (reposo de la tierra de labor) por el cultivo de plantas forrajeras para el ganado. De este modo, no se dejaba ninguna porción de tierra sin cultivar. A su vez, los excrementos de los animales podían usarse como abono.
Se introdujeron nuevos cultivos (el maíz y la patata).
Estas mejoras agrícolas, junto a la expansión de la ganadería, permitieron que la población tuviera una dieta más rica y variada. La revolución agrícola también favoreció la expansión industrial porque se producía más comida y más materias primas.
La parte negativa de los cercamientos fue que muchos agricultores humildes, que ya no podían contar con las tierras comunales para mejorar sus ingresos, se empobrecieron y acabaron perdiendo sus tierras. A causa el creciente uso de maquinaria agrícola la mayoría emigraron a las ciudades buscando trabajo en las nuevas fábricas a las que proporcionaron mano de obra barata.
1.2. La revolución demográfica
A partir de la segunda mitad del siglo XVIII, la población europea aumentó considerablemente. En el año 1750, Europa tenía 140 millones de habitantes; en el año 1800, 187 millones; y en 1850 alcanzó los 266 millones.
Este aumento de la población, conocido como revolución demográfica, fue debido a varias causas:
El aumento de la producción de alimentos.
La mejora de la higiene y los progresos de la medicina. Así, las grandes pestes y epidemias fueron desapareciendo.
Lo anterior produjo una disminución de la mortalidad y un ligero aumento de la natalidad.
Por todo ello, la esperanza de vida pasó de ser de 38 años a finales del siglo XVIII, a 50 años a finales del XIX.
A consecuencia del aumento de la población aumentó la demanda de comida y otros productos, lo que estimuló la producción agrícola e industrial. Además el crecimiento de la población también proporcionó una mayor cantidad de mano de obra o fuerza de trabajo.
El aumento de la población provocó una mayor demanda de alimentos. Por esta razón, los precios de los productos agrícolas subieron.
1.3. El crecimiento del comercio
La Revolución Industrial dio paso a la economía de mercado, en la que los productos ya no iban destinados al autoconsumo sino a la venta en amplios mercados.
El dominio de las rutas de comercio marítimo llevó a una rápida expansión del comercio trasatlántico. El comercio interior también creció debido a la mayor demanda de productos, la mejora de los sistemas de transporte y la eliminación de los aranceles interiores. Este crecimiento del comercio ayudó a la industrialización debido a que los beneficios del comercio a menudo se usaban para financiar el desarrollo industrial.
La mejora de los transportes y la construcción de una red ferroviaria impulsaron el comercio interior y, a mediados del siglo XIX, el comercio exterior.
La red de ferrocarriles acabó sustituyendo a los barcos como principal medio de transporte en Europa de modo que dentro de las fronteras de cada estado-nación se crearon mercados nacionales.
1.4. El avance tecnológico
En la Revolución Industrial fue fundamental la innovación tecnológica. La invención de nuevas máquinas permitió a las fábricas producir bienes de manera más rápida y barata. A consecuencia de lo anterior los precios bajaron, lo que benefició a los consumidores.
En el año 1769, James Watt inventó un modelo de máquina de vapor fiable, que usaba el carbón para obtener vapor de agua. La fuerza del vapor era capaza de mover las máquinas.
Pronto se necesitaron grandes edificios, las fábricas, donde se concentraban las máquinas y los trabajadores que las manejaban. Se pasaba así de una industria manufacturera donde el trabajador realizaba manualmente todo su trabajo a una industria fabril donde el trabajador se convertía en colaborador, y a veces servidor, de la máquina que realizaba el trabajo.
La máquina de vapor transformaría la agricultura, la minería, la industria y el transporte.
1.5. La mentalidad capitalista
En Gran Bretaña las actividades comerciales y agrícolas proporcionaron el capital necesario para invertir en la industria, a esto se llama la acumulación de capital inicial. La inversión era esencial porque las industrias necesitaban grandes cantidades de dinero para pagar las fábricas, la maquinaria, las materias primas, el combustible y los sueldos de los obreros.
1.6. El parlamentarismo
La monarquía parlamentaria que había en Gran Bretaña permitía a la burguesía participar en el gobierno y en la toma de decisiones políticas. A consecuencia de ello, la burguesía pudo promover desde el parlamento medidas que favorecieran sus intereses económicos, como las leyes que liberalizaban la producción industrial.
2. ELEMENTOS FUNDAMENTALES DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
Los principales elementos de la primera revolución industrial fueron: la industria textil algodonera, la siderurgia (la producción de hierro y acero), la revolución de los transportes.
2.1. La industria textil algodonera
En Gran Bretaña, la primera industria que se mecanizó fue la industria textil algodonera, dedicada a la obtención del hilo (hilado) y del tejido. Una serie de innovaciones tecnológicas permitieron aumentar la producción y, en consecuencia, reducir los precios:
Nuevas máquinas de hilar, que proporcionaban mucha más cantidad de hilo en menos tiempo.
La lanzadera volante (1733), que hizo más rápido el funcionamiento del telar. Y el telar mecánico (1785), que ya tejía con gran rapidez.
Las nuevas máquinas estaban en las fábricas, donde cada obrero era responsable de una parte diferente del proceso de producción. La división del trabajo hizo que la fabricación de tejidos fuera más eficiente.
2.2. La siderurgia: hierro y carbón
Otro sector que tuvo mucho peso durante la Revolución Industrial fue la siderurgia, que se dedicaba a la obtención del hierro.
Para obtener hierro se utilizaba tradicionalmente carbón vegetal, procedente de la madera, que tenía poco poder calorífico. Fue muy importante su sustitución por un carbón mineral, el carbón de coque, que se obtiene de la hulla y tiene un alto poder calorífico. Este combustible se necesitaba para calentar los altos hornos. Innovaciones tecnológicas, como el convertidor Bessemer, permitieron a las fundiciones producir mayores cantidades de acero, así como un producto de mejor calidad. Además estas nuevas máquinas usaban el combustible de una manera más eficaz.
La demanda de hierro aumentó porque se utilizó para las herramientas agrícolas, las nuevas máquinas de hilar y tejer, el ferrocarril, etc.
2.3. La revolución de los transportes (el ferrocarril y los barcos de vapor)
Al aumentar la producción agraria y la producción industrial fue necesario que las mercancías llegaran con rapidez a la población. Al comienzo de la Revolución Industrial hubo una mejora en las vías de transporte terrestres (carreteras) y fluviales (canales).
Sin embargo fue el uso de la máquina de vapor en barcos y ferrocarriles lo que revolucionó el transporte.
El ferrocarril ya se utilizaba en las minas para transportar el mineral en vagonetas que se movían sobre raíles. La primera línea férrea pública la creó Stephenson en 1825.La gran innovación fue la locomotora del británico Stephenson (1829), que movía el ferrocarril mediante una máquina de vapor.
La primera línea de pasajeros unió Manchester con Liverpool en 1830. El ferrocarril se extendió rápidamente porque acortaba la duración de los trayectos, el viaje era más seguro y se podían transportar muchas más mercancías.
La máquina de vapor también se aplicó al transporte marítimo. En 1807 se construyó el primer barco de vapor. Se construyeron barcos de vapor en hierro, que empezaron a funcionar en Estados Unidos. En 1847, los vapores ya podían atravesar el océano Atlántico en sólo 15 días.
El ferrocarril y la máquina de vapor permitieron transportar grandes cantidades de productos, y de personas, de un modo más rápido y fácil.
3. LA INDUSTRIALIZACIÓN EN EUROPA
Durante el siglo XIX la Revolución Industrial se extendió desde Gran Bretaña a otros países, incluyendo Alemania, Bélgica y Francia. Esta expansión sucedió porque estos países tenían: abundantes reservas de hierro y carbón, una población en crecimiento que demandaba más productos, una red de ferrocarriles bien desarrollada que facilitaba el transporte de mercancías, un gobierno que participó en la industrialización.
5. LOS INICIOS DE LA INDUSTRIALIZACIÓN EN ESPAÑA
5.1. Los problemas de la industrialización española
La industrialización de España fue con retraso respecto a los otros países de Europa occidental y, además fue incompleta, pues sólo sucedió en algunas regiones. A finales del siglo XIX España todavía era un país agrario, con algunas zonas industrializadas (Cataluña, País Vasco, Madrid). Las causas del atraso industrial español fueron:
La escasa capacidad de compra de la población española, formada en su mayoría por campesinos pobres.
La poca inversión en la industria, pues apenas existía burguesía. La necesidad de capitales llevo a que el gobierno español atrajese inversores británicos y franceses para crear la red de ferrocarril y explotar las minas, como las de Río Tinto en Huelva. Sin embargo, estas inversiones beneficiaron sobre todo a las compañías extranjeras, contribuyendo poco al desarrollo industrial de España.
Los problemas en el transporte (malas carreteras y retraso del ferrocarril).
Los depósitos de carbón en España generalmente eran de escasa calidad o estaban mal conectados y había que importar el mineral desde el Reino Unido.
Ante esta situación, la industria española no podía competir con la de otros países porque sus productos eran más caros, y a veces de peor calidad. Por ello, se impuso el proteccionismo (impuestos a los productos extranjeros) para favorecer la industria nacional.
Solo dos industrias se desarrollaron en la España del siglo XIX: la industria algodonera en Cataluña, y la industria metalúrgica en Asturias y Vizcaya, regiones que tenían carbón de buena calidad
5.2. La industria textil en España
En el siglo XVIII ya se producían, en Cataluña, tejidos estampados de algodón (indianas).
En 1833 se instaló la primera máquina de vapor en la industria textil, que tuvo un gran desarrollo en Cataluña. El carbón se importaba por mar, lo cual hizo que muchas fábricas se asentaran en la costa.
5.3. La siderurgia en España
Los primeros altos hornos (1826) se instalaron en Andalucía (Málaga), donde había hierro. Luego se situaron en Asturias (1868) por su mayor riqueza en carbón mineral.
En el País Vasco, desde 1876 se desarrolló el mayor centro siderúrgico: se exportaba hierro de Vizcaya a Inglaterra y, en los mismos barcos, se importaba carbón británico.
5.4. La construcción del ferrocarril
Las primeras líneas de ferrocarril (Barcelona-Mataró, Madrid-Aranjuez) se inauguraron entre los años 1848 y 1851; y gracias a la Ley General de Ferrocarriles (1855), entre 1856 y 1885 se construyeron unos 7.500 kilómetros de vías férreas en España.
Las primeras líneas de ferrocarril (Barcelona-Mataró, Madrid-Aranjuez) se inauguraron entre los años 1848 y 1851; y entre 1856 y 1885 se construyeron unos 7.500 kilómetros de vías férreas en España gracias a la Ley General de Ferrocarriles de 1855.
El ferrocarril se diseñó con una estructura radial, con centro en Madrid, y un ancho entre carriles mayor que el del resto de Europa. Esa diferencia de vía dificultó el comercio, pues obligaba al transbordo de mercancías en la frontera.
A pesar de todo, el ferrocarril resultó muy positivo, ya que favoreció el traslado de las personas y de las mercancías en el territorio español.
5. LA VIDA EN LA CIUDAD INDUSTRIAL
Durante el siglo XIX, la población urbana europea aumentó en número más rápidamente que la rural. Esto se debió al éxodo rural, a la migración desde el campo hacia las ciudades para trabajar en las fábricas.
Entre 1800 y 1850, el número de ciudades con más de 100.000 habitantes se multiplicó por dos. Este crecimiento urbano provocó la aparición de nuevas ciudades, como Manchester y Birmingham.
Las ciudades del siglo XIX crecieron y cambiaron debido a varios factores:
Desarrollo urbano: La infraestructura urbana fue modernizada, por ejemplo se construyeron nuevas líneas de ferrocarril y estaciones de tren. También se levantaron muchos edificios nuevos, incluyendo grandes fábricas, que aumentaron el ruido y la contaminación de las ciudades.
La expansión urbana: las ciudades crecieron en tamaño más allá de su centro histórico. En algunas ciudades como París se demolieron las antiguas murallas para permitir esta expansión. Estos cambios permitieron al tráfico circular más libremente alrededor de las ciudades.
Nuevas áreas residenciales: se construyeron nuevos barrios para la creciente clase media y para los numerosos obreros industriales que llegaban a la ciudad desde el campo (éxodo rural). Las diferencias de categoría social se reflejaban en los tipos de barrios y casas en los que vivía cada grupo social:
Barrios de clase media: los barrios de clase media, llamados ensanches, eran extensiones del centro histórico, construidas lejos del ruido y la contaminación de las fábricas. Los ensanches estaban bien planificados con avenidas amplias y rectas, farolas de gas, tiendas, teatros y líneas de tranvía. Normalmente las casas eran grandes, bien construidas y cómodas, a veces con varios pisos.
Barrios obreros: los barrios obreros se construyeron en zonas marginales a las afueras de las ciudades, a menudo cerca de las fábricas. Sus calles eran estrechas y no estaban bien planificadas, y normalmente no había alumbrado público u otros servicios públicos. Las casas en estos barrios normalmente eran pequeñas, mal construidas e incómodas.
6. EL CAPITALISMO INDUSTRIAL
6.1. El liberalismo económico y el capitalismo
La Revolución Industrial se basó en el capitalismo como sistema económico y en el liberalismo como doctrina política que lo justificaba. El economista Adam Smith estableció los principios del liberalismo económico:
La economía funciona por el interés personal de conseguir el máximo beneficio.
Los precios se establecen por el equilibrio entre la oferta y la demanda. La oferta es la cantidad de producto para vender. La demanda es la cantidad de productos que los consumidores desean comprar.
La economía debe funcionar sin la intervención del Estado.
El capitalismo industrial se basa en los siguientes principios:
Los medios de producción (fábricas, maquinaria y bienes producidos) son propiedad privada.
Los propietarios de los medios de producción son una minoría, que forma parte de la burguesía.
Los obreros industriales trabajan en las fábricas a cambio de un salario.
En el sistema capitalista se producen de forma cíclica graves crisis económicas que se inician cuando los stocks (mercancías en depósito) se acumulan en las fábricas por falta de compradores. Entonces, los propietarios despiden a los obreros y surge el paro.
7. LA SOCIEDAD DE CLASES DURANTE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
La Revolución Francesa y la Revolución Industrial produjeron un cambio en la organización de las sociedades europeas durante el siglo XIX. El sistema estamental propio del Antiguo Régimen fue sustituido por el sistema de clases. En la sociedad de clases que surgió durante el siglo XIX el estatus social de las personas, su posición en la sociedad, pasó a depender de su riqueza y del tipo de trabajo que desempeñaban, al contrario que en la sociedad basada en estamentos donde el lugar de una persona venía dado por la familia en la que había nacido (nobleza, Tercer Estado).
Como resultado de la Revolución Francesa, los privilegios que disfrutaban la nobleza y el clero fueron abolidos. Este cambio provocó la desaparición de la sociedad estamental. La Revolución Industrial aumentó la importancia de los burgueses ricos, que se convirtieron en los propietarios de fábricas y negocios. Al mismo tiempo, apareció un nuevo grupo social: la clase obrera. Este grupo estaba formado en su mayoría por obreros industriales que vivían de su trabajo asalariado. Al conjunto de los obreros industriales o proletarios se les llamaba proletariado.
A medida que la Revolución Industrial se extendía por Europa y el capitalismo industrial se establecía como el sistema económico, las diferencias entre las situaciones económica y social de la burguesía y el proletariado (obreros industriales) se hicieron cada vez mayores.
Los mayores beneficios de la industrialización los disfrutaron los capitalistas burgueses. Gracias a ella, consiguieron un mejor nivel de vida, con ventajas como hogares cómodos, buena educación para sus hijos, cuidados sanitarios y nuevas actividades de ocio.
En contraste con lo anterior estaban el proletariado industrial, es decir los obreros de las fábricas, que formaban un grupo cada vez más numeroso en las ciudades. La clase obrera trabajaba y vivía en condiciones horribles. Fue en respuesta a estas condiciones de trabajo que aparecieron durante el siglo XIX los primeros movimientos políticos de la clase obrera.
8. LOS GRUPOS SOCIALES EN LA SOCIEDAD DE CLASES
La clase alta
Este grupo se caracterizaba por su gran riqueza, abundantes propiedades e ingresos. Estaba formado por los propietarios de las tierras, las industrias y los negocios. Su forma de vida se convirtió en el modelo a imitar. La clase alta incluía los siguientes subgrupos:
La antigua aristocracia terrateniente (también llamada burguesía agraria), que continuaba siendo rica gracias a las rentas que recibía de sus numerosas propiedades agrícolas.
La burguesía capitalista (banqueros, hombres de negocios, industriales -propietarios de fábricas- y destacados comerciantes) que obtenía grandes beneficios de sus negocios.
La clase media (o pequeña burguesía).
Este grupo poseía menos riqueza, propiedades e ingresos que la clase alta. La clase media incluía los siguientes subgrupos:
Los funcionarios y profesionales liberales (abogados, médicos...) que proporcionaban servicios a otros miembros de la sociedad.
Los pequeños comerciantes y artesanos que eran dueños de sus tiendas o talleres.
Los pequeños agricultores que trabajaban sus propias tierras
La clase obrera
Este grupo vivía en condiciones de extrema pobreza. Incluía los siguientes subgrupos:
La clase obrera industrial, o proletariado, que no tenía propiedades, y cuyos sueldos solían ser bajos.
Los agricultores arrendatarios y los jornaleros.
La sociedad de clases en España REESCRIBIR ESTO
En España, la relativa falta de industrialización resultó en una escasa burguesía y un escaso proletariado. La clase alta estaba formada por una oligarquía de terratenientes, hombres de negocios y banqueros que tenían considerable influencia política. La clase media estaba compuesta por funcionarios, abogados, médicos y otros profesionales liberales que normalmente vivían en zonas urbanas. La clase obrera incluía campesinos, jornaleros y obreros.
8.1. Las condiciones de trabajo en la industria fabril
Durante la Revolución Industrial, las condiciones de trabajo en las fábricas eran por lo general peligrosas e insalubres (malas para la salud):
La maquinaria en la mayoría de las fábricas no tenía medidas de seguridad, y los accidentes y lesiones eran algo común. A esto se añadía que no existían leyes que protegieran a los obreros: si estaban enfermos o en paro no cobraban.
Un día de trabajo típico duraba unas agotadoras catorce o dieciséis horas, pero los salarios eran bajos. Como consecuencia, los niños pequeños trabajaban a menudo al lado de sus padres para aumentar los ingresos familiares. Las mujeres y los niños trabajaban con el mismo horario que los hombres, pero por un salario más bajo.
Los patrones podían despedir o multar a sus obreros si querían, sin ningún control legal.
Los obreros no tenían derecho a protestar o ponerse en huelga.
No existía seguridad social ni ayudas públicas para ayudar a los obreros en caso de enfermedad, accidente o desempleo.
Las condiciones de trabajo en las fábricas mejoraron a lo largo del siglo XIX en Gran Bretaña gracias a las constantes protestas obreras, que llevaron a la aprobación de sucesivas leyes que regulaban las condiciones de trabajo. En el resto del continente, donde la industrialización fue más tardía, la mejora de las condiciones de trabajo se retrasó hasta el segundo tercio del siglo XX.
Un ejemplo de estas leyes que regulaban/organizaban aspectos concretos del trabajo industrial fue la Factory Act de 1833, centrada en el trabajo infantil:
Ningún niño de menos de nueve años podía trabajar en una fábrica [, pero sí si tenía nueve o más].
Los niños entre los nueve y los trece años sólo podían trabajar al día un máximo de nueve horas [, pero con más de trece no había límites al horario laboral].
Los niños tenían que recibir por lo menos dos horas de clase diarias.
Los niños no podían trabajar de noche.
8.2. Las primeras asociaciones obreras
Las duras condiciones de trabajo llevaron a protestas contra los dueños de las fábricas. Estos se oponían a las demandas de los obreros porque pensaban que unas mejoras condiciones de trabajo serían malas para el negocio y reducirían sus beneficios.
Los gobiernos europeos del siglo XIX, que por lo general estaban dominados por la burguesía, no defendían los derechos de los obreros. Por ejemplo, muchos gobiernos europeos mantuvieron durante el siglo XIX la prohibición de crear sindicatos de obreros.
A pesar de esta situación, el proletariado de Gran Bretaña, el primer país en industrializarse y por tanto donde había más obreros, empezó a organizarse a finales del siglo XVIII, cuando nacieron las primeras Sociedades de Socorros Mutuos, que eran asociaciones de trabajadores para ayudarse en caso de enfermedad o de paro.
En 1825, también en Gran Bretaña, nació el primer sindicato. La finalidad de los sindicatos era luchar para conseguir la reducción de la jornada laboral, mejoras salariales, la regulación del trabajo infantil y el derecho de asociación.
9. MARXISMO, ANARQUISMO E INTERNACIONALISMO
A mediados del siglo XIX la lucha de la clase obrera dejó de ser solo por mejorar sus condiciones laborales y empezó a tener también un carácter político al surgir las ideologías de izquierda. Estas defendían los intereses de la clase trabajadora u obrera, y también ofrecían alternativas al capitalismo industrial y a la sociedad de clases.
De esas ideologías las más importantes fueron el Marxismo y el Anarquismo.
9.1. El marxismo
También se le llama Socialismo científico o Socialismo. Esta ideología fue creada a mediados del siglo XIX por dos teóricos alemanes, Karl Marx y Friedrich Engels, que denunciaron la explotación del proletariado y defendieron la necesidad de una revolución obrera. Los principales conceptos del Marxismo son:
La lucha de clases. Según Marx las clases sociales están siempre compitiendo por dominar los medios de producción (capital, tierra de cultivo, fábricas…). El proletariado oprimido debía organizarse para luchar contra su opresor capitalista, es decir contra los burgueses ricos.
La dictadura del proletariado. La lucha de clases debería acabar con la victoria del proletariado que se apoderaría del poder político. La dictadura del proletariado controlaría la economía y redistribuiría la riqueza de modo equitativo entre todos los miembros de la sociedad, haciendo desaparecer la propiedad privada de los medios de producción y el sistema capitalista.
El comunismo. Según Marx y Engels la dictadura del proletariado desaparecería y daría paso a una nueva sociedad, el comunismo, que sustituiría a la vieja sociedad de clases. La sociedad comunista se caracterizaría por la igualdad entre los individuos al no existir clases sociales.
A partir de 1870, los marxistas propusieron la creación de partidos obreros socialistas. Si sus representantes eran elegidos en las elecciones, podrían conseguir importantes avances, como el sufragio universal o la jornada laboral de ocho horas.
9.2. El anarquismo
Los pensadores anarquistas también sostenían la eliminación de la propiedad privada, la defensa de la propiedad colectiva y una sociedad sin clases. El principal pensador de esta ideología fue Mijaíl Bakunin. Pero Bakunin, al contrario que Marx, rechazaba la idea de la dictadura del proletariado y propuso una sociedad ideal basada en:
La defensa de la libertad individual: La gente tenía que luchar contra cualquier autoridad e institución (principalmente el Estado o la Iglesia) que limitase su libertad.
La oposición a los partidos políticos y a la participación en las elecciones.
La formación de comunas: La sociedad sería reorganizada en grupos pequeños e independientes llamados comunas. En estas comunas se tomarían todas las decisiones en asambleas populares.
La acción directa: La gente tenía que defender sus intereses por medio de sus propias acciones, no con partidos políticos o elecciones. Para algunos anarquistas, la acción directa incluía la destrucción del estado capitalista (dominado por los burgueses). Ejemplos de sus atentados son la bomba en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona en 1893 y el asesinato del rey Carlos I de Portugal en 1908. Por esa causa el Anarquismo se convirtió en el enemigo principal de los estados europeos a finales del siglo XIX y principios del XX. En oposición a lo anterior también hubo grupos anarquistas que fundaron sindicatos (anarcosindicalismo) para transformar la sociedad, no sólo defender los intereses laborales, e igualmente crearon centros educativos para los obreros y se preocuparon de una mejor educación higiénica y sexual, así como de los derechos de las mujeres.
9.3. El internacionalismo
Marxistas y anarquistas de diferentes países vieron la necesidad de unirse en una asociación internacional. Unidos tendrían más fuerza para luchar en favor de la clase obrera.
Así, en 1864 se formó la Asociación Internacional de Trabajadores (A.I.T. o Primera Internacional). Esta organización puso en contacto y coordinó organizaciones de obreros de varios países.
El objetivo de la Primera Internacional era promover la acción colectiva de los obreros en todo el mundo. Al final la A.I.T. desapareció en 1876 a causa de los enfrentamientos entre marxistas y anarquistas.
En 1889 se fundó la Segunda Internacional, que creó algunos símbolos del movimiento obrero, como el himno “la Internacional” y la fiesta del Primero de Mayo.
La extensión del proceso de industrialización por Europa
Las características de la industrialización europea
A mediados del siglo XIX, algunas zonas europeas habían transformado su sector textil, pero no tanto como Gran Bretaña. Su retraso industrial se debió a los siguientes factores:
La inestabilidad política. Desde 1789 la Revolución Francesa y las guerras napoleónicas retrasaron la introducción de las novedades económicas en Europa.
La falta de espíritu capitalista o empresarial o emprendedor. La escasez de inversiones privadas hizo que en muchos países europeos el estado se encargase de invertir en la industrialización. Eso pasó en Bélgica, Francia, Alemania, Italia, España, Portugal o Rusia.
La escasez de capital. En los países donde faltó la iniciativa privada y fue escasa la inversión pública se necesitó buscar inversores extranjeros. Esto pasó en España donde el inicio de la industrialización dependió del capital británico (bancos) y de inversiones francesas o belgas. Lo mismo ocurrió en Rusia.
Los factores anteriores causaron que el nivel de industrialización europea no solo fuera distinto entre países, sino que dentro de los propios estados hubiera importantes diferencias regionales entre áreas industrializadas (Cataluña, Milán) y otras no industrializadas (Andalucía, Nápoles).
Las características comunes de los territorios europeos menos industrializados fueron: la gran importancia de la agricultura, la escasez de materias primas o las deficientes redes de transporte (carreteras, ferrocarriles).
Los países europeos industrializados
En la segunda mitad del siglo XIX varios países europeos alcanzaron, e incluso superaron, el desarrollo industrial de Gran Bretaña. Estos fueron Bélgica, Francia y Alemania.
Bélgica
La industrialización del país comenzó tras su independencia en 1831. Fue impulsada por el gobierno desde el principio y se basó en la explotación de sus recursos minerales (hulla y zinc). El gobierno belga creó pronto un banco nacional, para financiar a las nuevas empresas industriales, e impulsó la creación de una red ferroviaria, que permitió a Bélgica formar un espacio económico con Francia y Bélgica. Sin embargo Bélgica no pudo competir con sus vecinos debido a su reducido territorio y población, que solo permitieron un desarrollo económico limitado.
Francia
La industrialización en este país comenzó tras el fin de las guerras napoleónicas. Su desarrollo fue lento debido a la importancia del sector primario. Durante la Revolución Francesa las tierras de la Iglesia habían sido vendidas a campesinos y burgueses, de modo que la mayoría de las inversiones siguieron haciéndose en el sector primario. Además durante el gobierno de Napoleón (1799-1815) se habían construido una excelente red de comunicaciones (carreteras, canales) que hizo innecesario el ferrocarril durante un tiempo.
Durante el gobierno de Napoleón III (1849-1870) la industrialización francesa se aceleró con la aparición de un banco que apoyaba a los nuevos negocios. El sector financiero se concentró en París, en el norte de Francia prosperó la siderurgia y el estado francés llevo a cabo un programa de obras públicas que supuso la extensión del ferrocarril a todo el territorio nacional.
En el último cuarto del siglo XIX (1875-1900) la expansión colonial y los préstamos internacionales a otros países (como Rusia) animaron las inversiones en el exterior.
Alemania
Antes de su unificación en 1871, el crecimiento industrial en los territorios alemanes se concentró en algunos lugares ricos en materias primas.
Sin embargo no existía un espacio económico común dentro de la Confederación Germánica, pues esta estaba formada por treinta y nueve estados (como Prusia o Baviera), cada uno con sus aduanas hacia los productos extranjeros.
En 1834 se creó la Zollverein, o Unión Aduanera, que supuso la desaparición de aduanas entre varios estados alemanes. El Zollverein fue incorporando más estados alemanes hasta 1871 y facilitó el crecimiento económico e industrial.
Desde 1871 el gobierno del Segundo Imperio Alemán (II Reich) tuvo claro la importancia de la industrialización. Por ello el estado se encargó de completar la red de ferrocarriles y concedió créditos a las empresas. Para proteger a la industria alemana de la competencia extranjera se aplicaron medidas proteccionistas. Se reformó el sistema de enseñanza orientándolo hacia la nueva economía industrial. Las universidades alemanas se convirtieron en centros de investigación y de creación de nuevas tecnologías.
La unificación alemana permitió compartir los recursos naturales (hierro, carbón) de las distintas regiones del país (el Ruhr, Silesia). Esto aceleró el crecimiento de la siderurgia, que creció también gracias a la demanda estatal para la red ferroviaria.
Antes de finalizar el siglo XIX Alemania era la principal potencia industrial de Europa.
La industrialización en el resto de Europa
En otros estados europeos la industrialización se concentró en zonas muy concretas. Como en Cataluña, Asturias y el País Vasco en España; el norte de Italia; el territorio checo, Viena y Budapest en el Imperio austrohúngaro; Moscú y San Petersburgo en el Imperio Ruso.
La creciente importancia de la industrialización se vio reflejada en las exposiciones universales. La primera se celebró en Londres en 1851 y pretendía dar a conocer los inventos y las nuevas tecnologías, así como las novedades de la industria, el comercio y las artes de los distintos países. Su éxito hizo que hubiera nuevas exposiciones universales en diferentes países y continentes (Chicago en 1893). En la Exposición Universal de París de 1889, el ingeniero francés Gustavo Eiffel presentó una torre de hierro de trescientos metros de altura como ejemplo de la nueva arquitectura.
La industrialización extraeuropea
Estados Unidos
Hasta 1685 la industrialización se concentró en la región nordeste del país; con construcción de canales y vías férreas, así como instalación de fábricas textiles (Nueva York) y siderúrgicas (Pittsburg).
A partir de 1865 (fin de la Guerra de Secesión) el proceso industrializador afectó a todo el país, creándose un mercado nacional. Para ello fue una pieza clave la construcción del ferrocarril intercontinental, entre la costa atlántica y la pacífica, diseñado y financiado por el gobierno de los EE.UU.
Los factores que favorecieron el crecimiento industrial de los Estados Unidos fueron:
Una mano de obra abundante, en constante crecimiento gracias a la inmigración, que se dirigía en parte a los territorios poco poblados del oeste.
El espíritu empresarial o emprendedor o capitalista de los estadounidenses que favoreció la aparición de innovaciones técnicas. Así en el siglo XIX se registraron en EE.UU. medio millón de patentes
La extensión de la red ferroviaria a todo el país que además supuso una gran demanda para la siderurgia facilitando el crecimiento de este sector.
La abundancia de recursos naturales (agua, madera, hierro, carbón…).
El aumento de la producción agrícola gracias a la introducción de nuevas máquinas (trilladoras, segadoras y sembradoras), muchas veces transportadas por ferrocarril.
La existencia de un inmenso mercado nacional en crecimiento que reclamaba no solo alimentos sino todo tipo de productos industriales.
Japón
Hasta 1853 Japón había vivido aislado del resto del mundo, con una economía medieval basada en la agricultura.
En 1853, tras entrar en contacto con los Estados Unidos, comenzaron una serie de cambios en Japón que llevaron a un nuevo gobierno en 1868. El nuevo gobierno se propuso modernizar el país en todos los ámbitos:
Se eliminó el feudalismo y se permitió la compraventa de tierras.
Se estableció un sistema de impuestos estatal.
Se fomentó la salida de japoneses al exterior y se contrató a expertos extranjeros para que enseñaran nuevas técnicas.
Se construyeron ferrocarriles, se creó una moneda nacional (el yen), se reconoció la libre empresa y se fundó un banco nacional.
La industrialización de Japón se produjo mediante trusts (llamados zibatsu) impulsados por el gobierno. Los trusts eran grupos económicos poderosos que controlaban sectores industriales estratégicos, como el del carbón o del acero. Estas grandes empresas (Yasuda, Mitsubishi…) tenían una fuerte vinculación con el gobierno, con quien firmaban importantes contratos, destinados a fabricar material militar.
La industria japonesa, aunque también elaboró artículos textiles (algodón y seda), se especializó sobre todo en industrias pesadas (armamentística y naval).
La falta de materias primas en Japón fue la causa de que durante su proceso industrializador se iniciase una expansión exterior para conseguir esos productos.
Las crisis económicas en la economía industrial
Hasta 1848 las principales crisis económicas que sufrió Europa todavía eran crisis de subsistencia, como las del Antiguo Régimen, causadas por la pérdida de las cosechas. A partir de la segunda mitad del siglo XIX las crisis económicas en Europa, y en el resto de los países industrializados, serán crisis de sobreproducción-superproducción (industrial). Estas son crisis cíclicas, es decir que tienen lugar cada cierto tiempo, pero no a intervalos regulares, así que son difíciles de prever.
Una crisis de sobreproducción industrial suele seguir estos pasos:
La oferta supera a la demanda.
A causa de lo anterior se acumulan las mercancías de las empresas (stocks), que no pueden venderse, y la producción se detiene.
La actividad económica general se estanca (se detiene).
Como consecuencia de lo dicho las empresas despiden trabajadores y aumenta el paro, reduciéndose igualmente el consumo. Si las empresas no pueden pagar a sus acreedores (proveedores, empleados, bancos…) por falta de ingresos, acaban quebrando, y el cierre de las industrias aumenta el paro, lo que hace que la actividad económica entre en recesión, es decir sea menor que antes de la crisis, lo que produce a su vez desempleo generalizado, reducción de los salarios y destrucción de la riqueza.
El proceso industrializador fue la causa de que las economías de los distintos países europeos se vieran cada vez más conectados durante el siglo XIX. La mejora de los transportes (ferrocarriles, barcos de vapor) y el aumento del comercio explican que los problemas económicos de un país (malas cosechas, hundimiento bursátil) acabaran afectando al resto de los estados.
La crisis económica más importante de la segunda mitad del siglo XIX fue la Gran Recesión[1]. Su origen está en la Guerra Franco-prusiana; a su fin el gobierno francés debió pagar grandes cantidades de dinero, las reparaciones de guerra, al gobierno alemán, que las invirtió en el desarrollo de la industria siderúrgica con encargos de armamento y material ferroviario. Como resultado aumentaron los beneficios de las empresas beneficiadas y, en consecuencia, el valor en bolsa de sus acciones. Por ello hubo inversores de todo el mundo comprándolas. Cuando el gobierno alemán agotó el dinero recibido de Francia redujo sus pedidos a la industria y eso redujo enormemente sus beneficios, lo que a su vez hizo caer el valor de las empresas en bolsa, como resultado el precio de las acciones se hundió y los inversores, alemanes y extranjeros, se arruinaron. La crisis económica se extendió por Europa y los Estados Unidos afectando a todos los sectores económicos y extendiéndose hasta finales del siglo XIX.
En Gran Bretaña se arruinaron muchos agricultores que acabaron emigrando a las ciudades en busca de trabajo, o a América. Ese éxodo rural fue tan intenso que Reino Unido fue el único país europeo donde la población urbana fue más numerosa que la población rural antes del siglo XX.
[1] Esa crisis económica fue llamada en su tiempo la Gran Depresión, pero tras la crisis económica de los años treinta acabó llamándose Gran Recesión.
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